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La violencia de la civilización global (página 2)



Partes: 1, 2

Este síndrome de la "civilización
paranoica ha generado "delirios de grandeza" que los lleva a
definirse como el "eje del bien" por oposición al "eje del
mal" y por lo tanto la parte de la humanidad que merece llamarse
realmente humana y civilizada. Y por primera vez en la historia de la cultura
occidental, tenemos que hablar de un imaginario de
teología política que postula
la existencia de una "civilización divina", porque no es
que sean enviados de Dios o hijos de Dios, sino que los centros
de poder de la
civilización capitalista global, se representan a
sí mismos como una real "encarnación de
Dios".

La divinización de la sociedad,
parte de considerar que solamente un orden social que ha llegado
a tales grados de perfección
científico-tecnológica y niveles de vida basados en
el consumo-confort, merece considerarse como una
civilización divina, en sí misma.

Las ideas delirantes de persecución que se
generan de esta patología, empuja a atacar a todo aquel
pueblo que desde este punto de vista represente un peligro para
la civilización. Esta es la "teología
política" del departamento de estado de los
Estados Unidos
y en este contexto se entiende lo que está pasando hoy en
Palestina, el Líbano y el mundo árabe en
general.

Pueblos que constituyen resistencia
frontal a la homogeneización compulsiva del mundo por la
civilización capitalista global-anglosajona y de los
cuales han surgido el fundamentalismo como una respuesta de
refugio que empuja a una sobre-identificación consigo
mismo y el terrorismo,
como una respuesta suicida, igualmente patológicas
(Rodríguez, 2002).

Israel, no es más que un instrumento del mundo
occidental, en esta guerra de
civilizaciones, para la realización de los
propósitos de una civilización necrófila. La
invasión a un pueblo tradicionalmente de pastores y
comerciantes, como es el Líbano, la muerte de
civiles (predominantemente mujeres, niños y
ancianos), la destrucción de toda la infraestructura de un
país pequeño; nos instala ya definitivamente en la
guerra global de una civilización de la muerte.

La cultura de la
muerte

El ser humano es el único animal que
tiene conciencia de la
muerte, sabe que va a morir, siente la "angustia del terreno".
Los otros animales, huelen
la muerte pero no saben que son mortales. El instinto de
conservación empuja al animal a evitar el peligro, pero no
le permite comprender el hecho en sí de la muerte.
El hombre
tiene conciencia de la muerte, pero hay un problema, no la
acepta; al menos a niveles del inconsciente.

Esa condición de "Ser
auto-consciente de la muerte" que la niega al mismo tiempo, y que
caracteriza la condición humana, crea una paradoja, pues
de tanto tratar de escapar de la muerte, el hombre la
evoca permanentemente. Ella está más presente,
cuanto más se intenta huir de ella. Esto marca al hombre
indefectiblemente en todas sus manifestaciones:
económicas, culturales, políticas,
etc.

En todas esas manifestaciones de la vida
social, el problema que es la muerte para el hombre está
presente, cuando éste intenta negarla. La
acumulación de capital, la
compulsión al atesoramiento de bienes
materiales, de
fortuna, etc., no es más que negación de la
muerte.

La búsqueda de poder
político, cada vez más y más poder, no es
otra cosa que un intento desesperado por negar la muerte que
sabemos nos viene pisando los talones. Así mismo
podríamos decir de la grandes manifestaciones culturales,
grandes construcciones de arquitectura
monumental como un ejercicio de negación de la muerte, no
sólo individual sino de toda una
civilización.

Construcciones arquitectónicas
grandiosas como las pirámides de Egipto,
grandes catedrales en la época medieval, manifestaciones
artísticas, etc., dan fé de la gran capacidad que
el hombre tiene para crear cosas que le permiten comprobar que
está vivo y que vivirá eternamente en esas grandes
obras.

Pero también en la vida cotidiana
encontramos esas mismas manifestaciones de negación de la
muerte que se convierten en su afirmación más
contundente. El que mata para sentirse vivo, espera con ese acto
negador de la muerte, poder escapar de su fría
guadaña. Vana ilusión, porque lo que hace es
reafirmar su presencia cuando mata al otro para no sentirse
él mismo muerto.

De múltiples maneras, la sociedad
contemporánea se ha venido convirtiendo en en una
"Civilización de la muerte". El siglo XX inauguró
este período de la evolución
humana, cuando el estado nazi
se convirtió en una inmensa "maquinaria de
muerte".

Antes, en las guerras, se
mataba al enemigo porque constituía una amenaza en el
plano militar. Sin embargo, los judíos
nunca constituyeron una amenaza real desde el punto de vista
militar para el estado nazi. Su inmenso poder de
destrucción no era más que un pretexto.

Luego pudimos observar este mismo
fenómeno en el surgimiento del polo anglosajón como
un gran imperio generador de muerte. Lo vimos en Corea, luego lo
observamos en Vietnam, en muchos países latinoamericanos,
en Irak 92 y
ahora lo veremos claramente, de nuevo en el caso de Irak. Las
guerras actuales matan más civiles que
militares.

Hoy, en la vida cotidiana, la muerte se ha banalizado,
vale decir, se ha convertido en un hecho más o menos sin
trascendencia, un hecho trivial; cosa que había sucedido
antes con los estados como en el caso de los nazis pero no con el
hombre común.

Asistimos a una época de "banalización del
mal". Esto significa que el valor de la
vida se ha devaluado considerablemente, al mismo ritmo en que se
han devaluado las monedas en la economía contemporánea. Y en este
proceso de la
implantación de un sistema social
tan materialista como el capitalismo de
consumo (antes fue el capitalismo productivo), a medida que se
revaloriza el mundo de los objetos, se desvaloriza en la misma
proporción el mundo de la persona.

Todos hemos oído
noticias tan
escandalosas como la muerte de cualquier joven para robarle los
zapatos en cualquiera de nuestros países latinoamericanos.
En Venezuela, por
ejemplo, se ha venido entronizando también, como en el
resto del mundo, una "Cultura de la muerte".

El hombre ha perdido el carácter sagrado que siempre tuvo en
cualquier civilización a pesar de la violencia y la
muerte que siempre hubo. La quiebra de
valores
centrado en la persona y la familia, es
responsable de la entronización de valores puramente
instrumentales centrados en el yó del individuo y no
en el carácter relacional de la persona.

Valores egocéntricos: posesión de bienes
materiales, dinero,
status social,
consumo, confort, goce inmediatista, etc., por oposición a
valores interpersonales como: solidaridad,
amor al
prójimo, respeto por el
otro (y por sí mismo), tolerancia,
compasión, etc., que son valores que conducen a promover
situaciones de convivencia, y no de enfrentamiento y de orden
caníbal como es lo que estamos observando hoy en
día.

Es una situación en donde lo que predomina es el
culto al objeto y no a la persona humana, el goce sin compromiso
por encima de la responsabilidad y el individualismo egoísta
del "sálvese el que pueda" por encima del colectivismo
responsable y solidario.

Por otro lado tenemos el terrible expediente de la
instalación en nuestras sociedades ya
con carta de ciudadanía de una "cultura de la
violencia". Por todas partes respiramos el aire maloliente
de un clima de
violencia permanente: la familia, la
comunidad, la
TV, las crónicas rojas de los diarios y ahora el mundo
político, son vivos ejemplos de esa ecología en la cual
estamos todos metidos; la "ecología de la
violencia".

El caso más típico es el de una sociedad
que condena a más de la mitad de la población a una situación de
exclusión
social. Esto también es violencia, violencia
estructural.

Finalmente para completar este cuadro muy apretado de
condiciones que favorecen la aparición de la violencia,
tenemos que debido al endurecimiento de la vida social en
nuestros tiempos contemporáneos, hemos terminado
convenciéndonos de que si no es por la violencia no
podemos lograr nuestros objetivos.

Esto es una verdadera tragedia para una sociedad que
desprecia mecanismos como: las leyes y normas sociales,
las instituciones,
la conciliación, la mediación y la
comunicación, para resolver los conflictos.

La cultura de la
muerte

El ser humano es el único animal que
tiene conciencia de la muerte, sabe que va a morir, siente la
"angustia del terreno". Los otros animales, huelen la muerte pero
no saben que son mortales. El instinto de conservación
empuja al animal a evitar el peligro, pero no le permite
comprender el hecho en sí de la muerte. El hombre tiene
conciencia de la muerte, pero hay un problema, no la acepta; al
menos a niveles del inconsciente.

Esa condición de "Ser
auto-consciente de la muerte" que la niega al mismo tiempo, y que
caracteriza la condición humana, crea una paradoja, pues
de tanto tratar de escapar de la muerte, el hombre la evoca
permanentemente. Ella está más presente, cuanto
más se intenta huir de ella. Esto marca al hombre
indefectiblemente en todas sus manifestaciones:
económicas, culturales, políticas, etc.

En todas esas manifestaciones de la vida
social, el problema que es la muerte para el hombre está
presente, cuando éste intenta negarla. La
acumulación de capital, la compulsión al
atesoramiento de bienes materiales, de fortuna, etc., no es
más que negación de la muerte.

La búsqueda de poder
político, cada vez más y más poder, no es
otra cosa que un intento desesperado por negar la muerte que
sabemos nos viene pisando los talones. Así mismo
podríamos decir de la grandes manifestaciones culturales,
grandes construcciones de arquitectura monumental como un
ejercicio de negación de la muerte, no sólo
individual sino de toda una civilización.

Construcciones arquitectónicas
grandiosas como las pirámides de Egipto, grandes
catedrales en la época medieval, manifestaciones
artísticas, etc., dan fé de la gran capacidad que
el hombre tiene para crear cosas que le permiten comprobar que
está vivo y que vivirá eternamente en esas grandes
obras.

Pero también en la vida cotidiana
encontramos esas mismas manifestaciones de negación de la
muerte que se convierten en su afirmación más
contundente. El que mata para sentirse vivo, espera con ese acto
negador de la muerte, poder escapar de su fría
guadaña. Vana ilusión, porque lo que hace es
reafirmar su presencia cuando mata al otro para no sentirse
él mismo muerto.

De múltiples maneras, la sociedad
contemporánea se ha venido convirtiendo en en una
"Civilización de la muerte". El siglo XX inauguró
este período de la evolución humana, cuando el estado nazi se
convirtió en una inmensa "maquinaria de
muerte".

Antes, en las guerras, se mataba al enemigo
porque constituía una amenaza en el plano militar. Sin
embargo, los judíos nunca constituyeron una amenaza real
desde el punto de vista militar para el estado nazi. Su inmenso
poder de destrucción no era más que un
pretexto.

Luego pudimos observar este mismo
fenómeno en el surgimiento del polo anglosajón como
un gran imperio generador de muerte. Lo vimos en Corea, luego lo
observamos en Vietnam, en muchos países latinoamericanos,
en Irak 92 y ahora lo veremos claramente, de nuevo en el caso de
Irak. Las guerras actuales matan más civiles que
militares.

Hoy, en la vida cotidiana, la muerte se ha banalizado,
vale decir, se ha convertido en un hecho más o menos sin
trascendencia, un hecho trivial; cosa que había sucedido
antes con los estados como en el caso de los nazis pero no con el
hombre común.

Asistimos a una época de "banalización del
mal". Esto significa que el valor de la vida se ha devaluado
considerablemente, al mismo ritmo en que se han devaluado las
monedas en la economía contemporánea. Y en este
proceso de la implantación de un sistema social tan
materialista como el capitalismo de consumo (antes fue el
capitalismo productivo), a medida que se revaloriza el mundo de
los objetos, se desvaloriza en la misma proporción el
mundo de la persona.

Todos hemos oído noticias tan escandalosas como
la muerte de cualquier joven para robarle los zapatos en
cualquiera de nuestros países latinoamericanos. En
Venezuela, por ejemplo, se ha venido entronizando también,
como en el resto del mundo, una "Cultura de la
muerte".

El hombre ha perdido el carácter sagrado que
siempre tuvo en cualquier civilización a pesar de la
violencia y la muerte que siempre hubo. La quiebra de valores
centrado en la persona y la familia, es responsable de la
entronización de valores puramente instrumentales
centrados en el yó del individuo y no en el
carácter relacional de la persona.

Valores egocéntricos: posesión de bienes
materiales, dinero, status social, consumo, confort, goce
inmediatista, etc., por oposición a valores
interpersonales como: solidaridad, amor al prójimo,
respeto por el otro (y por sí mismo), tolerancia,
compasión, etc., que son valores que conducen a promover
situaciones de convivencia, y no de enfrentamiento y de orden
caníbal como es lo que estamos observando hoy en
día.

Es una situación en donde lo que predomina es el
culto al objeto y no a la persona humana, el goce sin compromiso
por encima de la responsabilidad y el individualismo
egoísta del "sálvese el que pueda" por encima del
colectivismo responsable y solidario.

Por otro lado tenemos el terrible expediente de la
instalación en nuestras sociedades ya con carta de
ciudadanía de una "cultura de la violencia". Por todas
partes respiramos el aire maloliente de un clima de violencia
permanente: la familia, la comunidad, la TV, las crónicas
rojas de los diarios y ahora el mundo político, son vivos
ejemplos de esa ecología en la cual estamos todos metidos;
la "ecología de la violencia".

El caso más típico es el de una sociedad
que condena a más de la mitad de la población a una
situación de exclusión social. Esto también
es violencia, violencia estructural.

Finalmente para completar este cuadro muy apretado de
condiciones que favorecen la aparición de la violencia,
tenemos que debido al endurecimiento de la vida social en
nuestros tiempos contemporáneos, hemos terminado
convenciéndonos de que si no es por la violencia no
podemos lograr nuestros objetivos.

Esto es una verdadera tragedia para una sociedad que
desprecia mecanismos como: las leyes y normas sociales, las
instituciones, la conciliación, la mediación y la
comunicación, para resolver los
conflictos.

Guerra de Dioses
o choque de civilizaciones

El terrorismo ha existido siempre que exista un imperio
con excesiva concentración de poder. Así fue el
caso de Roma; los
"Celotes" eran grupos de
guerilleros judíos que realizaban atentados en contra del
Imperio Romano. Es el arma del pequeño y débil en
contra del grande y poderoso. No obstante, es detestable por su
carácter de ataque por la espalda y generalmente con
víctimas inocentes.

Lo que ocurrió el 11 de septiembre en Nueva York
fue una carnicería; algo abominable, propio de
bárbaros y dementes que el mundo civilizado, cuerdo y
democrático tiene que rechazar de una manera
enérgica. También el fundamentalismo religioso y
nacionalista que a su vez desencadena el terrorismo, constituye
un "proyecto de
muerte" que forma parte de la "civilización de la
muerte".

El mundo consternado se pregunta quienes y porqué
razón suceden estas cosas y la respuesta no es simple.
Demasiadas personas implicadas en esta carnicería y
demasiadas cosas capaces de generar un clima propicio para
realizarla.

El capitalismo de la
globalización, cuya Meca son los Estados Unidos, ha
generado demasiados enemigos con suficientes sentimientos
antinorteamericanos y antiglobalizadores como para propiciar un
ataque de esta naturaleza.
Desde Seattle hasta Génova, crece la
resistencia.

El capitalismo en su versión
globalizadora es arrogante, soberbio, avasallante y generador de
pobreza y
exclusión social. Todo el que no ha podido ingresar al
proceso de globalización en condiciones de propietario
de capital y tecnología o de gran
mercado, se ha
ido convirtiendo en un paría excluído del
sistema

A su vez este sistema se ha vuelto intolerante con todo
lo que significa diferencia racial, cultural o étnica. La
derecha ultraconservadora norteamericana y europea ha alentado el
surgimiento de movimientos neonazis cuyo racismo recuerda
los aciagos años de los campos de concentración
nazis.

Desde que comenzó la guerra fría, USA ha
desarrollado una política exterior de intervencionismo y
árbitro del nuevo orden mundial. Se ha convertido en un
policía global que persigue y hostiga a cuánto
antisocial amenaza a la civilización
occidental.

Desde el surgimiento de países comunistas en
América
Latina, los movimientos de liberación nacional, hasta
los líderes providenciales de estados teocráticos
fundamentalistas como Sadam Hussein, ayatolas, o simplemente
jefes de estados delincuentes como Noriega; todos caen dentro de
esta categoría de objetivos del dispositivo de guerra
norteamericano.

Sin embargo, el enemigo global actual no es el portador
de una ideología política que como el
marxismo
proponía el reino de Dios en la tierra. El
enemigo de hoy representa una etnia que se
fundamenta en una creencia religiosa cuyo reino no es de este
mundo sino del cielo, como es el caso de los movimientos
islámicos fundamentalistas.(Huntington, 1996).

El hezbolah o "partido de Dios" libanés, el
movimiento
Hamas palestino o los Talibanes de Afghanistan, los
clérigos iraníes o iraquiés, se han
declarado enemigos irreconciliables de la civilización
occidental y Estados Unidos como la cabeza visible de esta
civilización aparece como el "Gran Satán" para
ellos.

Para este tipo de creyentes la muerte violenta es una
vía expedita para llegar al paraíso de tal manera
que declaran la jihad (guerra santa) a todo el que no forma parte
de esta manera de ver al mundo. Y esta jihad islámica es
ordenada directamente por Dios. Se trata de una visión
apocalíptica que pretende erigir el reino de Dios en medio
de una gran destrucción, es decir "un
Armagedón".

La muerte es el principal ingrediente de esta
orgía de sangre en la cual
pretenden envolver a Occidente como personificación del
mal en una lucha bastante vieja del "bién contra el mal".
Estados Unidos es la gran "ramera de Occidente", la "nueva
Babilonia" y por lo tanto hay que declararle la guerra hasta
destruirla totalmente. No por azar los ataques estuvieron
orientados al centro del poderío militar (el
Pentágono) y al cerebro del
capitalismo financiero global como es Wall Street.

Es una guerra de dioses; el judeo-cristianismo
de un lado con el occidente capitalista e Israel y el mundo
islámico por el otro. Pero el mundo islámico es un
universo de
sociedades mayoritariamente teocráticas (gobernadas por
sacerdotes) que han evolucionado hacia un fundamentalismo
religioso como respuesta al proceso de penetración del
capitalismo globalizante y la cultura occidental en general, al
interior de sus sociedades.

La destrucción de las tradiciones culturales
más profundas que en estas sociedades se confunden con las
costumbres religiosas, ha desencadenado una reacción de
reafirmación de los principios
fundamentales del Islam, de una
manera muy primitiva y patológica, para escapar al proceso
de occidentalización que de manera inexorable se les
venía (y se les viene) encima.

La percepción
de destrucción inminente de su universo interno es
proyectada afuera como visión apocalíptica del
mundo. De ahí que la "guerra santa" o Jihad
islámica sea una expresión de esa visión
apocalíptica.

Sin embargo los dioses de occidente no parecen ser
Jesucristo, ni tampoco Jehová; no, otros parecen ser los
dioses del occidente capitalista postindustrial globalizante: el
dinero, el mercado, el consumo masivo, el confort, el poder, la
ciencia-tecnología y la TV. Mas que dioses
son éstos ídolos, tótems que nos
están conduciendo por los caminos de la
idolatría.

Tradicionalmente las guerras siempre fueron por motivos
religiosos, luego vinieron otros motivos: expansión
colonial, mercado, etc. Hoy parece que estamos regresando a las
guerra religiosas, guerras de dioses.

A una guerra santa desatada por los muyaidines
(guerreros sagrados) Occidente ha desatado su guerra santa
también. La teología política desplegada en
los medios masivos
de comunicación habló de la operación que
USA desplegó, llamada "Justicia
infinita"(a última hora fue cambiada por el nombre de
libertad
perdurable).

Especie de "Cruzadas" en la época de la
globalización para acabar con los infieles que amenazan al
"reino de Dios" en la tierra en el cual se ha convertido el
capitalismo corporativo

Esta guerra mediática muy propia de la aldea
global, quizás sea más destructiva que la que se
lleva a cabo en el frente militar pues es una guerra de símbolos, signos,
imágenes e íconos y reproduce la
visión racista y prepotente que Occidente siempre ha
tenido acerca de todo aquél que no se corresponde con el
prototipo dominante de la cultura occidental: hombre blanco,
caucásico, con rasgos de la modernidad
triunfante; es decir, el civilizado.

Los demás serían unas exóticas
criaturas con rasgos de civilizaciones muy primitivas que se
corresponden con el prototipo del hombre no blanco, es decir, el
bárbaro. Este sería un prototipo del hombre
perverso y degenerado en oposición al hombre blanco
occidental, noble por naturaleza presidente.

Los medios de comunicación han recuperado una
dimensión teológica del problema proyectando lo que
sucede, en términos de un relato (mito) en donde
Dios, o las fuerzas del bien se enfrentan con el diablo o las
fuerzas del mal. El Apocalipsis está cerca y
próximo a realizarse en la gran batalla final que
será la "guerra del Armagedón".

La Modernidad mediática recurre a las fuentes
antiguas de la religión como campo
en el cual hay consenso automático, para terminar de
cuadrar nuestras conciencias con el ejército de masas
consumidoras ávidas de sentido y significaciones
trascendentales en un mundo que se debate en una
banalización de lo sagrado y de todo lo realmente
significativo, en forma realmente agobiante.

Puesto que ya no hay comunistas que combatir porque
fueron derrotados y su ideología ya no convoca a nadie en
esta época de postguerra fría, se recurre a la
simbolización religiosa como imaginario que puede producir
el consenso necesario para definir y combatir al enemigo
político cuando nos encontramos en una situación de
"fin de las ideologías".

Este imaginario mágico-religioso es muy primitivo
pero también mucho mas eficaz a la hora de definir al
enemigo y convocar a alianzas para combatirlos.

La Modernidad arrogante y soberbia, herida de muerte en
su narcicismo patológico por la injuria que estos ataques
significan, apela a un recurso que ella misma ha tirado a la
cesta de la basura, como es
la cuestión religiosa. Pero no nos engañemos porque
se trata del uso político y estratégico de unos
símbolos y no un verdadero acto de
contrición.

Conclusiones

Creo que el principal problema hoy en el mundo y
particularmente en Venezuela, es el problema de la violencia.
Este problema tiene mayor probabilidad
de acabar con la humanidad que cualquier plaga o
catástrofe natural por el carácter de "Racionalidad
global" que ha adquirido Es por ello que se hace urgentemente
necesario realizar esfuerzos sobrehumanos por detener al
"monstruo de las mil cabezas" que es la violencia. Para ello
tenemos que construir entre todos (estados, líderes,
padres de familia, profesionales, instituciones, etc.) una
"Cultura de la convivencia", retomando como cuestión de
vida o muerte el tema de los valores y
la formación ético-moral, hoy
olvidada por una educación formal e
informal que está viendo para otro lado. La
reconstrucción del sistema de valores que deben apuntar a
sustituir un sistema de valores del mercado y la
dominación. La reconstrucción de la familia como
valor fundamental, la regeneración de los tejidos sociales
comunitarios, el fomento del desarrollo del
concepto de la
"dignidad de la
persona"; en fin, o construimos una "cultura de la convivencia" y
por tanto de la vida, o perecemos por los embates de una "cultura
de la muerte".

Bibliografía

Arendt, Hannah (2006). Los orígenes del
totalitarismo, Edit Taurus, México.

Huntington, Samuel (1996). El choque de las
civilizaciones. Edit. Paidós.Barcelona.

Rodríguez, Francisco (2002). Redes globales y contextos
locales : interacciones e interpenetraciones. Rev. Espacio
Abierto, Vol. II, Nº 1, Enero-Marzo.

Ron Pedrique, Miguel (1996). La nostalgia de la
política, Edit. Tropykos, Caracas.

 

 

 

 

 

Autor:

Francisco Rodríguez-Sociólogo y Doctor en
Ciencias
sociales or la Universidad
Central de Venezuela- Profesor-investigador en las áreas
de : epistemología, salud
pública y violencia
social. Obras publicadas : 1.-Violencia social :
¿estilo de vida
o estrategia de
sobrevivencia ?. Rev. Heterotopía-Revista
cuatrimestral del Centro de Investigaciones
populares. Año X, Nº 31, Septiembre-diciembre 2005,
Caaracas. 2.- Sujeto y posmodernidad
(2006). Edic. De Fundacite-Guayana-Ministerio de Ciencia y
Tecnología, Caracas. 3.- Subjetividad, razón
médica y posmodernidad (2006). Edic.de la Universidad de
Oriente, Cumana, Venezuela.

 

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